Luego, de adolescente resulta que a mis amigos también le gustaba aquello y se pasaban largas y, para mi, dolorosas horas haciendo eso.
Afortunadamente, al casarme, una de las condiciones era evitarlo, no tenerlo ni cerca, pero resulta que mi hija ha heredado ese mal gusto por el parchís ¡ya es mala suerte!
A mi siempre me ha aburrido ese absurdo juego, las probabilidades juegan en mi contra ¡40 tiradas y ni un sólo 5! y cuando por fin, cuando el resto de los jugadores ya están terminando la partida, logro sacarlo, luego un 3, luego... nada, me han comido.
En fin, por hacer feliz a mi hija volveré a jugar, aunque deba tomarme un par de ansiolíticos antes de cada partida.