Evidentemente, entre las tareas domesticas esta es una de las más aburridas, es por ello que la televisión puede ser una buena opción, así que hoy, de golpe y porrazo me he tragado cuatro capítulos seguidos de Cosmos.
A pesar de que me quejé amargamente de la calidad de esta versión de Cosmos en DVD, si he de ser sincero, aparte del capítulo 1 y 2, en el resto no se nota tanto, quizá por que los viajes por el espacio son menos y más la recreación de la vida de esos héroes que nos han llevado al conocimiento actual del Universo.
Por ahora, mi favorito sigue siendo el mismo, el de Kepler La Armonía de los Mundos, donde un hombre religioso obsesionado con la idea de que las órbitas de los planetas se ajustaban a los 5 sólidos perfectos pitagóricos y de esta forma podría leer la perfección del diseño de Dios (por una vez y refiriéndome a la percepción de Kepler, no escribiré dios con minúsculas), pero ¡ay! podía dejar que sus prejuicios, su obsesión pasase por encima de un par de minutos de arco en algunas observaciones, pero, muy a su pesar, no podía permanecer ciego a esos desgraciados 8 minutos de arco que destruían todo su estructura del universo como si fueran un castillo de naipes.
El reconocer que todo el trabajo de una vida ha sido en vano es quizá el acto más valeroso, un amargo paso que todo científico que se precie debe estar dispuesto a dar si ese juez que es la naturaleza le contradice, por mucho esfuerzo, sudor y lágrimas que haya puesto en una idea.
En Cielo e Infierno, aprovechando un bonito paseo por venus, y unas buenas lecciones de escepticismo socarrón, fue de los primeros en el que la advertencia del cambio climático logró calar en el gran público, si no tenemos cuidado, este paraiso se puede convertir en un lugar muy parecido a venus, muy parecido al infierno.
Blues para un planeta rojo me ha resultado algo decepcionante, lo recordaba más excitante, aunque claro, después de los años y muchas sondas quizá estemos más acostumbrados al planeta rojo y ya no resulte tan exótico como hace 20 años.
Las Historias de Viajeros y El Espinazo de la Noche tengo que volverlas a ver, entre mi hija dando la lata (lógico después de semejante jartá) y algunas prendas que se resistían a la plancha, no se si por ser de algodón o por que ya estaba bastante cansado, no me he enterado de mucho, aun así sigue transmitiendo esa mágia que hizo de Cosmos una referencia de una generación.