Llevaba más de tres meses con vómitos, no demasiados, y su estado de ánimo era bueno, incluso en sus últimos momentos pero ya las dos últimas semanas se negó a comer nada, si se mantenía con vida era debido a un complemento a base de glucosa, grasas y vitaminas que se da a animales enfermos, ya hacía tiempo que no comía ningún tipo de proteinas y su delgadez era extrema, se disimulaba bien por su capa de pelo, pero al tacto se le notaba.
Con nuestra hija nunca se llevó bien pero su última noche la pasó con ella, supongo que necesitaba calor y mi hija es la primera en acostarse, pero también puede que se estuviera despidiendo en cierta medida, así que le ha dejado un buen recuerdo.
Después de tanto tiempo no quisimos que muriese sóla, así que estuvimos con ella hasta el final, se que hay gente con estilo escribiendo capaces de describir la tristeza de ese momento, yo, sinceramente, no se hacerlo.
El veterinario le puso un anestesico al principio, para que el animal no sufra en el último momento, pero también para hacer una última y desesperada exploración, para intentar descartar alguna enfermedad trivial que se hubiera pasado por alto, algún atasco intestinal o así, pero no, al llegar a los riñones, estos estaban demasiado pequeños para el tamaño que deberían tener, si comía, se envenenaba, si no comía, se moriría de anorexia.
Una última inyección, un ultimo adios y muchas, muchas lágrimas.
Ahora viene ese periódo en el que los pequeños detalles te vuelven a hacer un nudo en el estómago, un bulto en un edredón, una sombra en una esquina, el dejar la puerta entreabierta para ella, el renovar el agua en su bebedero...
En fin, sólo queda decir adios amiga, adios.