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Yo, Clon


Las Tres Leyes de la Clonación protegerán a los clones y al avance de la ciencia


Por Michael Shermer

En 1950, en su novela de ciencia ficción "Yo, Robot", Isaac Asimov presentó las Tres Leyes de la Robótica:

1) Un robot no puede dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano resulte dañado.

2) Un robot debe obedecer las órdenes de un ser humano, excepto cuando las mismas entren en conflicto con la Primera Ley.

3) Un robot debe proteger su propia existencia, siempre y cuando esa protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Los miedos irracionales que la gente expresa hoy en día sobre la clonación son similares a aquellos que rodeaban a la robótica hace medio siglo. Así que me gustaría proponer Tres Leyes de la Clonación que puedan clarificar tres errores de concepto:

1) Un clon humano es un ser humano no menos único en persona que un gemelo idéntico.

2) Un clon humano tiene todos los derechos y privilegios que acompañan ese estado legal y moral.

3) Un clon humano merece toda la disgnidad y respeto que se debe a cualquier miembro de nuestra especie.


Si bien esta simplificaciones corren el riesgo de borrar los ricos matices que se encuentran en los debates éticos de la investigación pionera, ayudan a atenuar los ridículos temores que a menudo se asocian a tales avances.

Parece que los Raelianos no han tenido éxito en fotocopiarse a sí mismos, pero está claro que alguien, en algún lugar, el algún momento, generará pronto un clon humano. Y una vez que un equipo haya tenido éxito, abrirá las puertas a otros para hacer florecer a los clones.

Si la clonación produce monstruosidades que la hagan impráctica como otra forma de mejorar la fertilidad, entonces no será necesario prohibirla. Si la clonación funciona, sin embargo, no habrá razones para prohibirla, porque las tres razones comunes para implementar restricciones son mitos. Yo las llamo el Mito de la Idéntica Personalidad, el Mito de Jugar a Ser Dios, y el Mito de la Dignidad y de los Derechos Humanos.

El Mito de la Idéntica Personalidad está bien representado por el activista Jeremy Rifkin: "Es un crimen horroroso hacer una fotocopia de alguien. Están poniendo a un ser humano en una camisa de fuerza." Tonterías. El y sus amigos críticos de la clonación tienen el argumento patas arriba. Como deterministas medioambientales, deberían estar diciendo: "Clonen todo lo que quieran; nunca producirán otro igual, porque el entorno importa tanto como la herencia." La mejor evidencia científica hasta la fecha indica que aproximadamente la mitad de la varianza entre nosotros es causada por la
genética, y el resto por el entorno. Es imposible duplicar el casi infinito número de permutaciones que entran en juego durante el desarrollo de un individuo, así que la clonación no es una amenaza para la individualidad de la persona.

El Mito de Jugar a Ser Dios tiene numerosos promotores, estando últimamente entre ellos Stanley M Hauerwas, un profesor de ética teológica de la Universidad de Duke. "El intento mismo de clonar a un ser humano es malvado.

La asunción de que debemos hacer aquello que podamos hacer está alimentada por el deseo prometeano de ser nuestros propios creadores." En apoyo de este mito, no está solo. Una encuesta de 1977 realizada por Time-CNN reveló que el 74% de un total de 1.005 norteamericanos respondió "sí" a la pregunta "¿Está contra el deseo de Dios el clonar a un ser humano?". Sandeces. La clonación puede parecer "jugar a ser Dios" solamente porque no es familiar.

Consideren anteriores ejemplos de "jugar a ser Dios" como las tecnologías de fertilización que ahora son alegremente adoptadas porque nos hemos acostumbrado a ellas, tales como la fertilización in vitro o la transferencia de embriones.

El Mito de la Dignidad y los Derechos Humanos está comprendido en la declaración oficial de la Iglesia Católica Romana contra la clonación, basado en la creencia de que niega "la dignidad de la procreación humana y de la unión conyugal", así como en una demanada de los clérigos islámicos sunnitas sobre que "la ciencia debe ser regulada por leyes firmes para preservar a la humanidad y a su dignidad". Más tonterías. Los clones no serán más parecidos que gemelos criados en medioambientes separados, y nadie está sugiriendo que los gemelos no tienen derechos o dignidad o que ellos también deberían estar prohibidos.

En lugar de restringir o prohibir la tecnología, propongo que adoptemos las Tres Leyes de la Clonación, los principios de las cuales están ya incorporadas en las leyes y en el lenguaje de la Constitución de los EE.UU., y permitamos que la ciencia siga su curso. El alma de la ciencia se encuentra en el pensamiento valiente y en el experimento creativo, no en el temor restrictivo o en las prohibiciones.

Para que la ciencia progrese, tiene que dársele la oportunidad de tener éxito o de fallar. Dejemos que
continúen los experimentos de clonación y veamos qué es lo que sucede.

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Michael Shermer es publicador de la revista Skeptic y editor general de la Enciclopedia Escéptica de Seudociencia.
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Web original: Scientific American.com:.

Historia envidada por El Pez: Leído en 100cia.com (http://www.100cia.com/article.php/sid.2620)