Cuánta religión y dónde
Desde que el Consejo de Ministros aprobó que la asignatura Sociedad, Cultura y Religión fuera obligatoria y evaluable desde la educación infantil hasta acabar el bachillerato, el río de opiniones anda revuelto. Podría suceder que, por principio, todos los creyentes estuvieran a favor de la reforma y los agnósticos, en contra. Sin embargo, es en ambos grupos que existen personas que consideran excesivas las horas de enseñanza religiosa que se sumarán a lo largo de once años. El currículum, como el tiempo, es limitado, y conceder a la Religión un peso tan extraordinario no puede considerarse ni objetivo ni científico. Aun siendo una materia interesante, existen otras mucho más importantes, motivo por el cual hasta ahora las clases de Religión no eran obligatorias sino voluntarias. Una cosa bastante más aceptable hubiera sido que en Ciencias Sociales o Filosofía se hubiera ampliado el temario de la historia de las religiones.
Otra novedad que comentar respecto del nuevo decreto es que los padres de los alumnos podrán elegir entre cuatro religiones: la católica, la evangelista, la islámica y la hebrea. Se establece, además, que los docentes serán elegidos por las respectivas iglesias, pese a que sus emolumentos irán a cargo de fondos públicos. Que tanto los creyentes como los no creyentes deban contribuir con sus impuestos a esta substancial modificación del currículum escolar tampoco puede calificarse de objetivo ni de científico.
Y otro aspecto sobre el que recapacitar se refiere a si la escuela es el lugar idóneo para impartir la enseñanza religiosa. Conocer la historia de las religiones en su justa medida, como la de otras realizaciones humanas, forma parte de la cultura. Pero instruir por parte de las cuatro religiones antedichas es catequesis, al menos así se denomina en la religión católica. Y las catequesis tienen su lugar, por antonomasia, en las iglesias.
En la enseñanza reglada se imparten materias objetivas. Las subjetivas, las creencias, pertenecen a otro ámbito. Puesto que los menores no tienen capacidad de decisión, los padres que deseen dotar a sus hijos de una instrucción religiosa tendrían que acudir a las iglesias de sus respectivas confesiones. Los católicos a la iglesia católica, los evangelistas a la suya, los hebreos a la sinagoga y los islámicos a la mezquita. Y hacerlo en horario al margen de la enseñanza obligatoria, ésta que desde hace más de un siglo ha convertido en iguales a todos los escolares. Al menos así es en su fundamento, aunque nunca hayan dejado de existir distorsiones, a las cuales hay que sumar el peso nada nimio del nuevo decreto.
Mezclar materias racionales como la gramática, la ciencia, la técnica o la geografía con la Religión, que es un sistema de creencias, carece de sentido. Incluso la enseñanza del arte y la literatura, de la filosofía y la historia, materias opinables, dista mucho de pertenecer al reino de la fe, ésta que siempre se encuentra privada de un reflexión razonada.
A las diversas confesiones les compete acoger en sus iglesias a niños a los que instruir. Ésta es su misión, y los templos son los recintos adecuados. Lo otro es tergiversar la fe y la razón.
E. SOLÉ, socióloga y escritora
El copirrí y todo eso es de la Vanguardia